Por estas fechas de Cuaresma, durante la pandemia de COVID-19, hice un meme y lo colgué en las redes sociales. "Dios nos da gracia suficiente para un día", decía, "no para toda la cuarentena".
Lo había creado sobre todo para recordármelo a mí mismo, pero parecía que otros también lo necesitaban. Al final del día, había gustado y se había compartido en cientos de cuentas.
En aquel momento, muchos de nosotros seguíamos pensando que la "cuarentena" duraría dos, quizá tres, semanas más. Era solo un breve y duro periodo que debíamos superar, día a día. Bueno, teníamos razón en lo de "día a día".
Este año, mientras celebramos la familiar Pascua, no dejo de recordar las formas poco familiares en que celebrábamos esta época durante la pandemia. En nuestra casa en 2020, como en muchas otras, no asistimos a misa, no nos visitó ningún familiar y asamos un pavo porque las tiendas de comestibles tenían un acceso limitado a alimentos de Pascua más tradicionales. En cada una de las cestas de Pascua de los niños había una botellita de desinfectante de manos, ¡un capricho poco frecuente en aquella época!
Hoy puedo mirar atrás y ver cómo nuestras vidas cambiaron entonces, todas las pérdidas que sufrimos y las incómodas nuevas formas de vida que adoptamos, y puedo ver que "un día a la vez" es en gran medida la forma en que Dios trabaja en nuestros corazones. Porque Él es así: un Dios de pequeños pasos y empujones.
Cuando era más joven, solía rezar por resultados muy concretos. Me encontraba con un problema, decidía cuál creía que era la solución y rezaba para que sucediera exactamente eso. Es muy humano rezar así. Creemos que sabemos qué es lo mejor, así que decidimos qué es lo mejor, y luego pedimos a Dios que nos dé eso mismo. Después de todo, Jesús mismo nos promete: "Pedid y recibiréis". (Juan 16:24)
Pero, ¿alguna vez te has sentido frustrado después de rezar de esta manera porque Dios no responde a tu oración conformando inmediatamente Su voluntad a la tuya? A mí también. Más veces de las que puedo recordar.
Pero algo de lo que me he dado cuenta es que el ejemplo de oración que nos da Jesús es diferente del modelo de "reza y luego tendrás lo que quieras". Cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a rezar, les enseñó el Padre Nuestro en el que decimos: "Danos hoy nuestro pan de cada día" y "Hágase tu voluntad".
Dios promete darnos lo que necesitamos, día a día. Poco a poco, Él nos mueve hacia Su voluntad, que a pesar de nuestras propias preferencias, maquinaciones y cálculos, es siempre lo mejor para nosotros. Si hubiéramos podido ver con antelación todo lo que implicaba la pandemia del COVID-19, quizá nos habríamos desesperado al principio. A menudo bromeo con mi marido diciendo que si los dos hubiéramos podido ver todo lo que íbamos a tener que soportar dentro del matrimonio y la vida familiar, nunca nos habríamos dado el "sí, quiero". Es una broma. Más o menos. Gracias a Dios que supo hacernos avanzar hacia su hermoso plan para nuestra familia, un día a la vez.
Juan Bautista de La Salle (1651-1719), cuya fiesta celebramos el 7 de abril, conoce el modo gradual en que Dios actúa en nuestros corazones. Cuando este sacerdote francés empezó a trabajar en la reforma de las escuelas y en la formación de maestros, no tenía ni idea de que Dios le estaba empujando hacia el compromiso de toda una vida de establecer las primeras escuelas católicas y fundar el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Lo describió así: "Dios, que guía todas las cosas con sabiduría y serenidad, cuyo camino no es forzar las inclinaciones de las personas, quiso comprometerme enteramente en el desarrollo de las escuelas. Lo hizo de un modo imperceptible y durante un largo período de tiempo, de modo que un compromiso llevó a otro de un modo que yo no preveía al principio."
Y esto, estoy aprendiendo, es lo que Jesús nos enseña a pedir cuando decimos "Danos hoy nuestro pan de cada día" y "Hágase tu voluntad". Nos estamos recordando a nosotros mismos que sólo Dios sabe lo que es mejor para nosotros, y pedimos la gracia de conocer y hacer Su voluntad, un pequeño paso, un "camino imperceptible" cada vez.
Santa Isabel Ana Seton seguramente lo sabía cuando Dios interrumpió sus planes, una y otra vez, mientras ella buscaba continuamente hacer Su voluntad. No podía haber previsto y nunca habría elegido los acontecimientos de perder a su marido a una edad temprana, luchando a través de crisis financieras, y soportando múltiples enfermedades e incluso la trágica muerte de dos de sus hijos durante su vida.
Y, sin embargo, no habría cambiado nada de ello, pues siempre encontró la alegría en hacer únicamente la voluntad de Dios. "Hágase tu voluntad", escribió una vez a una amiga, "Qué consuelo y apoyo son esas cuatro palabritas para mi alma".
Hoy quiero hacer lo mismo. Quiero rezar las palabras "Hágase tu voluntad" y encontrar en ellas la misma sabiduría que encontró San Juan Bautista de La Salle y el mismo consuelo y apoyo que encontró Santa Isabel Ana Seton. Quiero rezar "Danos hoy nuestro pan de cada día", y luego descansar sabiendo que Dios está presente y siempre me guía hacia Su voluntad, un pequeño paso a la vez.
DANIELLE BEAN es escritora y popular conferenciante sobre la vida familiar católica, la paternidad, el matrimonio y la espiritualidad de la maternidad. Fue editora y redactora jefe de Catholic Digest, y es autora de muchos libros para mujeres, entre ellos Momnipotente, ¡Tú lo vales! y Tú eres suficiente. También es creadora y presentadora del podcast Girlfriends. Más información en DanielleBean.com.
Imagen: Medallón central de la vidriera de la capilla de San Juan Bautista, París, Francia, cortesía de Wikimedia Commons
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